Los peligros naturales han jugado un papel importante en el desarrollo de las sociedades y las culturas. Siempre han representado una amenaza para hombre y bienes y en la mayoría de los casos
han conducido a desastres catastróficos. Este tipo de peligros pueden producirse de forma rápida y violenta como en los terremotos, o ser lentos, como la erosión del suelo. La afección al territorio, a su vez, puede ser localizada, como en los casos de desprendimientos o subsidencias, o puede afectar a grandes áreas como en el caso de inundaciones.
Como fenómenos recurrentes y naturales que son, han ocurrido desde épocas históricas, algunos bien documentados como la erupción del Vesubio ó el terremoto de Lisboa, son ejemplo de ello, pero es en la actualidad, con el crecimiento de la población y de la interacción de ésta con el medio físico, cuando el riesgo que representan cobra relevancia, habiéndose aumentado su frecuencia un orden de magnitud en el último medio siglo. Son frecuentes las noticias de estos sucesos repartidos por todo el mundo. En este sentido, cabe señalar, por citar algunos de los más recientes, los terremotos de Kobe (1995), Turquía o Grecia en 1999 o El Salvador (2001), las inundaciones de Praga (2003), el tsunami que asoló las costas de Indonesia en la Navidad de 2005, el Huracán Katrina que asoló Nueva Orleans también en 2005, o las inundaciones que afectaron en junio de 2007 al sur de Inglaterra.
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